LA TIESA. LA CONQUISTA DE LA MONTAÑA
Pag. 126. Ampliamos.
La zona del Escobiu esconde una
de las zonas montañeras más agrestes de Somiedo, y a la vez, situada en ese elenco
de las más desconocidas. Esa peñas calizas que se ven en lo alto hacia el paso
de La Falguera una vez situados en el pueblo de Veigas (foto), es terreno que siempre llama mucho la
atención al visitante al contemplar esas afiladas peñas calizas, pero es
zona de las que sin embargo, el caminante escapa por miedo a acercarse a la amenazante maleza
que cubre una ladera bien desconocida por todos, excepto por aquellos pastores de Veigas y La Falguera que en su día conducían sus rebaños de cabras por tales lares.
Como siempre ocurre, no es posible establecer conclusiones
definitivas ni dan por sentadas las cosas si no “amillaramos” previamente, porque curiosamente no es esa
vertiente de Veigas la que posibilita un buen ascenso a aquellas peñas, sino la
espalda de esa montaña, su cara norte, la del Escobiu.
Nos situamos por tanto en El Escobiu, a donde hemos accedido
por el camino que sube desde la braña de Navachos. Fijemos nuestra atención en el buen
camino que llega en llano por el Oeste a la casa-teito del abandonado pueblo, y
que se dirige desde la citada casa dando vista al frente hacia el monte de
Tiblós. Este camino, que es el ya mencionado “viejo camín de toda la vida entre
Navachos y El Escobio”, nos sorprenderá por su actual buen estado de conservación al discurrir bien
armado y libre de vegetación, aunque ello sea solo en un primer tramo aunque
suficiente para nuestros inmediatos intereses: La Conquista de La Tiesa.
Panorámica frontal de la vertiente del Escobiu. Nos encontramos en esta vertiente ante una auténtica cumbre, 500 metros de desnivel aproximadamente en una distancia que no llegará a los 2 kms.
Tras llegar en pocos metros a la evidente y cortada peña
caliza que cae por nuestra izquierda, volteamos la misma girando al sur y
abandonando ya el camino, entramos allí mismo por el rastro de un sendero “de
animales” que atraviesa la dura y muy incómoda árgoma. Nos dirigimos en busca de un
pedrero. Aquel citado sendero, puede ser
tan real como transitorio, pues hoy existe al haber sido limpiado
desinteresadamente a efectos puramente montañeros, por lo que mañana quien
sabe.
Las buenas y consistentes piedras, que en otras ocasiones y rutas son elemento incómodo, aquí en cambio las hemos de recibir como salvavidas que sale a nuestro rescate en un mar de espinos y maleza. No pierda el caminante la paciencia hasta llegar a la tchera, pues se encuentra relativamente muy cerca del camino que hemos abandonado.
Una vez alcancemos el pedrero, ascendemos por el mismo agradeciendo que este acceso nos permita acometer esta cumbre que desde Veigas apenas llama ni tan siquiera la atención del caminante, pero desde la vertiente contraria es una cumbre en toda regla que se alza majestuosa sobre el pueblo del Escobio, y de las que no se olvidan por su configuración de ésas que gustan por lo agreste de sus afiladas y “cortadas a cuchillo” peñas.
Las buenas y consistentes piedras, que en otras ocasiones y rutas son elemento incómodo, aquí en cambio las hemos de recibir como salvavidas que sale a nuestro rescate en un mar de espinos y maleza. No pierda el caminante la paciencia hasta llegar a la tchera, pues se encuentra relativamente muy cerca del camino que hemos abandonado.
Una vez alcancemos el pedrero, ascendemos por el mismo agradeciendo que este acceso nos permita acometer esta cumbre que desde Veigas apenas llama ni tan siquiera la atención del caminante, pero desde la vertiente contraria es una cumbre en toda regla que se alza majestuosa sobre el pueblo del Escobio, y de las que no se olvidan por su configuración de ésas que gustan por lo agreste de sus afiladas y “cortadas a cuchillo” peñas.
Este paso pétreo, que nos permite un ascenso relativamente cómodo, discurre
siempre por la parte izquierda de la subida hasta la entrada del mismo arbolado
(el faéu de La Tiesa).
En este tramo donde nos dirigimos ya sin duda alguna hacia el arbolado, nos
vemos inmersos en un terreno agreste de verdad, aquí no hay hipérboles ni
expresiones edulcoradas de cara a la galería, pues es esta una montaña ruda en
su máxima expresión, roca caliza desparramada en terrible alianza con agresivos
espinos.
En La Tiesa el ganado cabrío tuvo una importancia
considerable; rebaños del Escobiu, de La Falguera, de Veigas, aquí la cabra
podía mostrar todas sus virtudes físicas a la hora de pastorear semejantes
laderas, y aquí se enfrentaba también a su peor pesadilla, pues hubo un tiempo
en que el gran oso pardo no solo comía hayucos y arándanos, sino que atemorizaba a aquellos rebaños levantando verdaderos dolores
de cabeza a los pastores locales.
Como ya advertimos anteriormente, nos encontramos en uno de
los lugares del Parque de Somiedo donde
el oso se deja ver en la actualidad de vez en cuando, pues es precisamente en
estas laderas donde recientemente se le ha visto desde la carretera por los
turistas mientras posaba sobre los riscos como presumido modelo.
En la parte alta del monte de La Tiesa hay dos salidas a la
cumbrera, pues un estrecho cortado calizo superior divide arriba la cabeza del
hayedo en dos partes. En estas dos opciones de salida, remontaremos a la
derecha por el ramal boscoso que se dirige hacia el collado que da acceso a La
Pena El Viento, gran mirador del monte Tiblós.
El trayecto entre las hayas será relativamente corto, pero
nos resultará muy vistoso y de un carácter extremadamente montañero, como todos
los hayedos que nacen entre la roca caliza.
Una vez salimos del amparo
boscoso y la luz se abalanza sobre nosotros, vuelve entonces a saludarnos la
pejiguera árgoma, que aquí se asienta de manera ostensible abrazando toda la
repisa superior de esta cumbrera, y acompañando a poderosas moles calizas que
si bien desde el pueblo de Veigas apenas se aprecian, en cambio aquí arriba y
en primer plano, resultan realmente sorprendentes.
Siempre insisto en lo atrayente
que es descubrir nuevos rincones en un Parque Natural como el de Somiedo, esos
recovecos que han vivido hasta ahora en el anonimato para montañeros, y que ofrecen momentos de montaña difíciles de
olvidar por esa idea tan instaurada como errónea de que Somiedo ya es bien
conocido. Existe un Somiedo desconocido sí, pero La Tiesa supone mucho más, y ello
es así porque no solo es su carácter de montaña desconocida lo que destaca, sino
además por ser un paraje que se muestra en todo su esplendor solo cuando
accedemos a su entorno. La sorpresa para el caminante que accede por primera
vez es realmente atronadora, ¿cómo es posible?, ¿por qué nunca he accedido a
este lugar?, ¿por qué no me he percatado de lo que esta montaña podía ofrecer?,
son preguntas que nos haremos sin ninguna duda, pero que tienen fácil
respuesta: porque la configuración La Tiesa se disfraza de montaña de poca
importancia y todo el protagonismo lo abarca La Sierra Michu.
Pero volvamos a situarnos en la cumbrera, pues allí mismo a la derecha tendremos ya la primera
cumbre de esta montaña de La Tiesa, así que remontemos el corto trayecto de
unos pocos metros que nos separa de la cima de La Pena El Viento (1.240 m), y
movámonos entonces por allí arriba con mucha precaución, pues en esta cumbre
hay una importante caída al abismo mientras al frente nos observa El Alto
Valdegobierno o Alto El Cintu (el llamado pico Gurugú).
Coloquémonos pues donde corresponda y disfrutemos al otro
lado de la carretera de todas las canales y barrancos del monte Tibléus
(Tiblós), pues se trata éste de un hayedo colgado literalmente de una enorme
pared vertical caliza que solo desde esta cima
es posible percibir en toda su justa magnitud. El monte Tiblós es zona
de uso restringido, pero no solo no se debe de entrar al bosque por contradecir
la normativa reguladora de la zonificación del Parque, nuestra propia seguridad
así nos lo exige pues los viejos senderos que cruzaban el interior de este
hayedo salvando los cortados se han ido perdiendo en algunos tramos con el paso
del tiempo, y solo podríamos llegar a atisbar en muchos casos peñas y barrancos
como el Bugón, donde recientemente en una cacería tanto el jabalí como el perro
que fatigosamente le perseguía hacia aquella zona, acabaron despeñados por
semejante peligroso paraje.
Teniendo en cuenta la orografía de aquel monte, nos
sorprenden historias como la de Pilar Otero de quien casi con una cierta
connotación mítica se cuenta en Veigas que: “llevaba los sacos de tila
agarrados con los dientes para poder cogerse a las peñas cuando cruzaba el
bosque”, pero esa fue la realidad de este monte donde en su día se desarrolló
una actividad ganadera (principalmente de ganado cabrío) por cortados y riscos al más puro estilo de
“Picos de Europa”.
Incluso resultando igual de sorprendente, en la zona agreste
del monte aunque comunicada eso sí con el pueblo por lo que en su día eran
buenos caminos, había prados de siega pues completamente escondidas entre el
arbolado de la zona del Muruxal existen varias praderas y un par de cabanas ya
en evidente estado de deterioro, zona que hoy se ha convertido en solitaria
parada de descanso del oso pardo como atestiguan los que por allí de vez en
cuando se dejan caer bien en busca de leña, en cacerías o simplemente a
comprobar el estado de las fincas. Otro lugar mítico de este monte es la
llamada “cueva (de) los ladrones”, impresionante y vertical garganta sin salida
superior donde se guardaban en su día las cabras por parte de brañeiros,
cerrando éstos el paso por la parte inferior y convirtiendo aquella en un
gigante y agreste corral natural.
Recorriendo la cumbrera de La Tiesa vamos salvando los
distintos hombros que aquí vienen a desembocar, sierros de indudable carácter quebrado y calizo,
disfrutando además y hacia abajo de la fantástica vista del pueblo de Veigas,
percibiendo quizás el porqué de su topónimo (vegas).
Tengamos en cuenta que debemos avanzar progresivamente por
la ya tan citada cumbrera hasta llegar hasta el último bloque calizo y buscar
allí el colladín de Los Picos, pequeño paso entre la arista caliza que nos
permitirá el tránsito a la otra vertiente, es decir el paso desde el pueblo de Veigas al de La
Falguera por el Alto La Cutchada.
Este paso es el único coherente, pues si pretendiésemos
voltear la montaña nos encontraríamos con peligrosos cortados.
Una vez llegamos a la última peña
(Los Picos) de la última línea rocosa, la montaña de manera irremediable se
corta bruscamente en su vertiente hacia La Cutchada, así que nos vemos
obligados a descender un breve tramo por la vertiente del Escobio bien pegados
a la roca, hasta colocarnos debajo del ya tan comentado paso. El colladín nos
resultará inconfundible pues es el único
que nos permite salvar la vertical pared caliza, de hecho tal es su
funcionalidad en el paso que aunque nos
parezca increíble hoy en día, es lugar por donde siempre se transportó con
cuerdas la madera de haya que se sacaba del “Faéu de La Tiesa” .
Aquí alcanzaremos a comprender en su verdadera magnitud como
era antes la vida en Somiedo, pues ésta era una labor que sin duda debía de
poner en peligro gravemente la seguridad de las personas. Una vez bajo el
estrecho paso, observamos una roca que hemos de salvar por su izquierda y que
nos exige un par de agarres nada complicados para un nivel montañero medio,
aunque no por ello debemos de pensar que esta ruta es “apta para todos los
públicos”, ni mucho menos. Es momento por lo tanto de advertir al lector sobre
la naturaleza de esta montaña, cuya agresividad solo es comparable a la de los
picos del Robezu, y que en muy pocas montañas de Somiedo podemos encontrar.
Una sobre la crestería de Los
Picos, debemos de exprimir todos nuestros sentidos al encontramos ante una
bajada que aunque corta es bastante incómoda.
Se trata de un descenso con pequeñas repisas calizas y un descenso que adquiere cierta verticalidad con algo de argaña (hierba larga y áspera). En este descenso sobre él que no hay nada escrito, es aconsejable a mi modo de ver dibujar una recomendable “Z” en tres tramos:
1º) salimos a la izquierda para salvar la primera zona vertical situada tras la salida del colladín, tratándose de varias y pequeñas repisas calizas “peligrosas” pero que podemos salvar con tranquilidad siempre que estemos muy atentos a donde pisamos, 2º) bajamos a continuación hacia la derecha buscando con sumo cuidado una pequeña mancha de hayas, pues en esta diagonal es donde la argaña adquiere protagonismo y resulta bastante resbaladiza, y 3º) buscamos una diagonal descendente a izquierda, tomando como referencia una haya ubicada entre dos peñas, para de esa manera no vernos obligados a descender por la “canaleta central”, que es zona muy vertical por la que en su día se lanzaba la madera de haya que se sacaba del monte La Tiesa. En este tramo, la árgoma que en otras ocasiones resulta una verdadera incomodidad, nos resulta aquí de gran ayuda pues proporciona muy buen agarre corporal sobre el terreno.
Se trata de un descenso con pequeñas repisas calizas y un descenso que adquiere cierta verticalidad con algo de argaña (hierba larga y áspera). En este descenso sobre él que no hay nada escrito, es aconsejable a mi modo de ver dibujar una recomendable “Z” en tres tramos:
1º) salimos a la izquierda para salvar la primera zona vertical situada tras la salida del colladín, tratándose de varias y pequeñas repisas calizas “peligrosas” pero que podemos salvar con tranquilidad siempre que estemos muy atentos a donde pisamos, 2º) bajamos a continuación hacia la derecha buscando con sumo cuidado una pequeña mancha de hayas, pues en esta diagonal es donde la argaña adquiere protagonismo y resulta bastante resbaladiza, y 3º) buscamos una diagonal descendente a izquierda, tomando como referencia una haya ubicada entre dos peñas, para de esa manera no vernos obligados a descender por la “canaleta central”, que es zona muy vertical por la que en su día se lanzaba la madera de haya que se sacaba del monte La Tiesa. En este tramo, la árgoma que en otras ocasiones resulta una verdadera incomodidad, nos resulta aquí de gran ayuda pues proporciona muy buen agarre corporal sobre el terreno.
Tras la árgoma, observaremos a
izquierda el paso pegados a una haya y el estrecho sendero que tras la misma
desciende hacia el Prao de La Cutchada.
Habrán sido unas cuatro horas
desde la carretera, pero créanme, inolvidables, tanto si nos gusta este tipo de
montaña pues entonces disfrutaremos de la caliza y su hermanamiento con un
misterioso bosque, como si no, pues en este último caso pasaremos algún que
otro momento tensos y quizás lleguemos a sudar un poco más de la cuenta…permítaseme
la broma, pero recordemos de que tipo de montaña hablamos.
Y pensar que es uno de los
hermanos pequeños de La Sierra Michu, insignificante a su lado, en fin, cuanto
nos tiene que enseñar todavía Somiedo, he aquí una de las cumbres más
minusvaloradas del Parque, pero que curioso, de las más montañeras.